lunes, julio 17, 2017

Mi patria, el Perú.


Ocurrió el sábado 28 de julio de 1821, siguiendo los protocolos virreinales, José de San Martín salió del palacio de Lima a las 10 a.m. junto a un numeroso séquito a caballo. Lo componían, en primer lugar, las autoridades de la Universidad de San Marcos vestidas con toga y birrete, luego, los altos miembros del clero y los priores de los conventos, después, los jefes militares del Ejército patriota y, finalmente, los títulos de Castilla y los caballeros de las órdenes de caballería, acompañados por los oidores de la Real Audiencia y los regidores perpetuos del Cabildo.
San Martín Al llegar al tabladillo armado en la Plaza Mayor de Lima, frente a un público de más de 16.000 personas, San Martín recibió la bandera del marqués de Montemira y proclamó:
"El Perú es desde este momento libre e independiente por la voluntad general de los pueblos y por la justicia de su causa que Dios defiende.
¡Viva la patria! ¡Viva la libertad!
¡Viva la independencia!"
La declaración y proclamación de la Independencia del Perú constituye uno de los hechos más trascendentales de la historia de América, ya que la liberación del Perú era muy importante para la seguridad de las naciones circundantes, pues allí se hallaba el núcleo del poderío español en Sudamérica. El Acta de Independencia del Perú es el documento mediante el cual el Perú declaró solemnemente su independencia de la Corona Española. Redactada por el ariqueño Manuel Pérez de Tudela, fue firmada el 15 de julio de 1821 por los vecinos notables de la Ciudad de los Reyes (Lima). La ceremonia de la Proclamación de la Independencia se realizó el 28 de julio del mismo año, en la Plaza Mayor de Lima y en otras dos plazuelas más de la capital.
Sin embargo, desde que tengo uso de razón las fiestas patrias han estado cargadas de chauvinismo, desmemoria y “criollismo”. Cada 28 de julio no solo debemos homenajear a los episodios de la proclamación de la independencia, a San Martín en plena de plaza de armas al lado de eufóricos limeños comerciantes. La principal fiesta del país no debiera está asociado a principalmente a los militares, a los desfiles, a los héroes y próceres de antaño, ni al culto bélico y fratricida entre países hermanos. Hay una gran equivocación histórica y cívica, mi patria no es una bandera ni un desfile y mucho menos una música “criolla”.
Mi patria, en primer lugar, son las personas de carne y hueso, hombres y mujeres, niños y niñas, ancianos y ancianas, trabajadores o desocupados, deportistas y artistas, que aquí viven –y no en el extranjero-, que aquí crean futuro, que aquí sufren y aquí bailan, que aquí mueren y aquí nunca mueren.
La patria no es la escarapela tan bonita y decorativa de solapas de ternos finos. La patria, primero son los peruanos y peruanas no importando su color de piel, su grado de instrucción, su dinero, su vivienda. La patria es de todos que nacimos en ella. La patria no la creó San Martín, que soñaba con hacerla una vieja monarquía, ni es de Bolívar que defendiendo la república y el integracionismo, terminó siendo dictador en los primeros años de la naciente república.
La patria es de Peruanicemos el Perú de José Carlos Mariátegui, los sueños nacionales de Jorge Basadre, los humanos poema de César Vallejo, las novelas profundas de José María Arguedas, el compromiso social del padre Gustavo Gutiérrez, el Perú es una fuente del pensamiento andino y moderno también.
La patria no se forjó solamente en las gestas emancipadoras de inicios de siglo XIX sino que arrancó desde la lucha de los indígenas, negros y esclavos de Túpac Amaru, Túpac Katari, Juan Santos Atahualpa, de Micaela Bastidas, pasando por los héroes incógnitos de la infausta guerra del pacífico, de las mujeres de los comedores populares, de las humildes maestros de las zonas de frontera, de los honrados policías y soldados y de las rondas campesinas que enfrentaron al terrorismo en cualquiera de sus formas, de los soldados muertos en el cuartel y no en la guerra... la patria la hacemos a diario, muchas veces en el anonimato propagandístico pero protagónico en el devenir social.
Pero además la patria, también son sus riquezas, sus recursos, sus manantiales, son los ríos de Javier Heraud, sus lagos altiplánicos, sus paisajes serranos, sus plazas de armas, sus calles mojadas, sus torrenteras y huaycos, sus aguaceros, sus sequías, sus peces y su flora-fauna multivariada.
El Perú también lo forma su territorio, diverso e inagotable, deslumbrante y acogedor. No somos un país cualquiera ni menos el mejor de todos, somos sencillamente irrepetibles y únicos. Por ello la patria no es Lima que se apoderó del poder en la colonia y la república, la patria es hasta el último confín misterioso de la frontera donde también se siente el corazón peruano.
Y la patria es su cultura que tiene “o de inca o de mandinga”, su música chicha y rockera, sus comidas con plátano o maca, sus huaynos o marineras, sus ritos religiosos o ecuménicos, sus poetas y narradores. El Perú no es sinónimo de la música criolla ni del cajón y la marinera o el vals, el Perú es más diverso que la imagen centralista de Lima o de los llamados “costeños”. El Perú es de Chacalón, los Dávalos, Miki Gonzales y Sonia Morales o Rosita de Espinar. El Perú es el huayno, la danza de las tijeras, la Diablada, el carnaval cajamarquino o ayacuchano, el Huaylas, el Wititi o La morenada.
El Perú es también de los reclamos sociales, de las luchas por el agro y la paz, de la justicia popular en sus diferentes formas, el Perú son también sus miserias como la inseguridad ciudadana, la corrupción, la mediocridad, la politiquería, las mafias. El Perú es tan complejo que no puede quedar sellado por la visión repetitiva y sicótica de quienes ven en la patria un desfile, una foto o un simple saludo.
Mi patria, en primer lugar, son las personas de carne y hueso, hombres y mujeres, niños y niñas, ancianos y ancianas, trabajadores o desocupados, deportistas y artistas, que aquí viven –y no en el extranjero-, que aquí crean futuro, que aquí sufren y aquí bailan, que aquí mueren y aquí nunca mueren.
Muchas gracias.

miércoles, julio 05, 2017

6 de julio: día del profesor en el Perú

Por Gabriel Vela Quico
1.  La mayoría de profesionales, aun en el ámbito escolar, no pueden precisar con corrección qué se celebra el día 6 de julio de cada año. Para muchos se trata del "día del maestro", empero se trata del "día del profesor".  Ambos términos parecen sinónimos o en todo caso equivalentes. Sin embargo, desde una perspectiva educativa, el 6 de julio es el día del profesional de la educación, porque un 6 de julio de 1822, José de San Martín creó la primera Escuela Normal para la formación de profesores. Antes de esa fecha, la tarea de enseñar correspondía a las congregaciones religiosas extranjeras, porque enseñar era rezar o catequizar. Cuando se seculariza la iglesia, el naciente estado peruano empieza a crear sus propios organismos, sus propios profesores.
2.  Nombrar "profesor" o "maestro" parece, a simple vista, una discusión fútil. Pero entre las condiciones para elevar a una ocupación como profesión es que tenga su propio lenguaje o sus propias categorías. Así, entre los médicos al hacer el diagnóstico no se podría confundir ni por un instante "tifus" con "tifoidea", o entre los abogados "interdicción" con "interdicto". Con similar exigencia, en el campo de la Pedagogía debemos diferenciar categorías, aunque existe una variedad de términos no bien precisados que constituyen una panoplia, que no es sino una diversidad de categorías mal usadas.
3.  En una exquisitez del lenguaje, los términos docente, profesor, maestro, pedagogo o educador no son lo mismo. El hecho de tener una asignatura a su cargo, escribir en la pizarra, tomar exámenes, cobrar un sueldo o incluso hacer orientación o investigación no da rigurosamente la condición de profesor. Quienes haciendo uso de su profesión hacen labores de enseñanza no son profesores, sino docentes, algunas veces maestros, sí educadores difícilmente pedagogos. Por otro lado, los padres de familia no son profesores de sus hijos ni pedagogos, aunque sí pueden ser educadores y a veces docentes. Hagamos las diferencias a riesgo de generar una discrepancia, sobretodo con quienes se han agregado a su título gestado en estudios académico-profesionales, otro, subrepticia e injustamente, el de profesor.
4.  En este artículo llamamos docente a la persona que realiza labores de enseñanza, de instrucción, de transmisión de información, ayudado con demostraciones prácticas, con exámenes, con toda ese halo de magisterio. El docente puede ser o no profesor, finalmente su labor es enseñar. Por ejemplo, el que sabe que danza y enseña danza, es docente de danzas; el médico que enseña en la universidad será docente de medicina, pero no necesariamente profesor de medicina.
5.
 Profesor es el profesional de la educación, es la persona que ostenta estudios y el título para dedicarse a labores de enseñanza y formación. Puede ser Licenciado en Educación o simplemente profesor. La calidad de sus estudios, la modalidad "semivirtual" o hasta el pésimo estudiante que fue, es otro problema no menos importante pero no materia de análisis. Al parecer las raíces de "profesor" tienen una connotación sacra como "en pro de una fe", por ello sus símiles son profeta, profeso, profesión. Al profesor a inicios del siglo XX se le llamaba "preceptor", "instructor" y cuando surgen las Facultades de Educación a mediados de la década del 40 se les llama licenciados en educación. El profesor tiene dos campos definidos de trabajo, la docencia y la administración.
6.  Maestro proviene de "magister" que a su vez lo componen dos voces, "magis" que significa "más" y "ter" que significa "tres". Alude  a que el maestro debe saber tres veces más. Así lo era en la época medieval cuando sabía más que el oficial y más que el aprendiz. Vulgarmente, maestro sigue asociado al desempeño de labores artesanales o pequeños oficios como carpintero o albañil. Empero, en términos pedagógicos, maestro es la persona que por sus cualidades, práctica, obra, ideales, etc. tiene discípulos o ha creado una escuela o corriente de pensamiento o de acción. El maestro entonces puede tener o no formación académica en educación, puede ser o no profesor, lo que hace su distinción es su capacidad de trascender y hacer trascender, de permanecer en el tiempo a pesar de los cambios generacionales. Por ejemplo, maestro fue José Antonio Encinas, que fue además de profesor, abogado, psicólogo, antropólogo. Pero lo es también José Carlos Mariátegui, que no terminó la educación primaria ni estudió en la universidad, y siendo sincero, en buena hora que no lo hizo, hubiera perjudicado su educación. Cualquier profesor, y no digo un profesor cualquiera, no es maestro. El maestro tiene discípulos, el profesor alumnos o estudiantes, mientras que el docente tiene discentes, y el educador, educandos.
7.  El Educador  es la persona que interviene en la formación de otra, de modo directo e indirecto, pero que trasciende en ella. Educar viene de educare, de "dar forma", y de ex ducere, o sea "sacar de adentro hacia fuera". Educar no es privativo del profesor ni es un espacio de nadie, educar en un sentido riguroso supone alto profesionalismo, pero por su naturaleza misma, educar corresponde a los diferentes actores que se ha llamado "sociedad educadora". Educador puede ser el padre
 o madre de familia, el estudiante de sus profesores o de sus compañeros. Educador puede ser el policía, el vendedor de diarios o el periodista que dirige, y a veces mal conduce un medio, pero en fin de cuentas.
8.  En cambio, Pedagogo  no es aquel que enseña pedagogía, sino el estudioso del fenómeno educativo, es el científico entregado a la investigación educativa, quien proporcionaba teoría educativa que explique y predigan los hechos y fenómenos educativos.  No hay muchos pedagogos, porque la investigación está malvenida o menospreciada. La mayoría de trabajos de pedagogía carecen de rigor epistemológico o sencillamente vuelven a concluir lo mismo que sabíamos.
9.  Pero estas consideraciones, el 6 de julio es día del profesor en recuerdo a la creación de la primera Escuela Normal en el Perú. Sin embargo, nuestro saludo a quienes ejercen labores de enseñanza, aunque esperamos que sirva esta aclaración para evitar el uso indiscriminado de conceptos que permiten reivindicar al profesor, porque no se es profesor cuando uno quiera o donde se lo permitan, sino deben ejercer el magisterio quienes tengan compromiso con su vocación, que eso es lo que hace falta.
(*) Tomado del blog de Gabriel Vela Quico