VOLVERÍA A NACER EN EL PERÚ
Por: Gabriel
Vela Quico
Desde que tengo uso de razón las fiestas
patrias han estado cargadas de chauvinismo, desmemoria y “criollismo”. Por una
ridícula razón, los 28 de julio sólo se busca homenajear a los episodios de la
proclamación de la independencia, a San Martín en plena de plaza de armas al
lado de eufóricos limeños comerciantes. Muchos creen que eso conmemoramos el
día patrio. Para ser incluso extremista, la principal fiesta del país está
asociado a los militares, a los desfiles, a los héroes y próceres, al culto
bélico y fratricida. Hay una gran equivocación histórica y cívica, mi patria no
es una bandera ni un desfile y mucho menos una música criolla.
Mi patria, en primer lugar, son las
personas de carne y hueso, hombres y mujeres, niños y niñas, ancianos y
ancianas, trabajadores o desocupados, deportistas y artistas, que aquí viven –y
no en el extranjero-, que aquí crean futuro, que aquí sufren y aquí bailan, que
aquí mueren y aquí nunca mueren. La patria no es la escarapela tan bonita y
decorativa de solapas de ternos finos. La patria, primero son los peruanos y
peruanas no importando su color de piel, su grado de instrucción, su dinero, su
vivienda. La patria es de todos que nacimos en ella. La patria no la creó San
Martín, que soñaba con hacerla una vieja monarquía, ni es de Bolívar que
defendiendo la república y el integracionismo, terminó siendo dictador en los
primeros años de la naciente república.
La patria no se forjó solamente en las
gestas emancipadoras de inicios de siglo XIX sino que arrancó desde la lucha de
los indígenas, negros y esclavos de Túpac Amari, Túpac Katari, Juan Santos
Atahualpa, de Micaela Bastidas, pasando por los héroes incógnitos de la
infausta guerra del pacífico, de las mujeres de los comedores populares, de las
humildes maestros de las zonas de frontera, de los honrados policías que
enfrentaron al terrorismo y la delincuencia, de los soldados muertos en el
cuartel y no en la guerra... la patria la hacemos a diario, muchas veces en el
anonimato propagandístico pero protagónico en el devenir social.
Pero además la patria, también son sus
riquezas, sus recursos, sus manantiales, sus ríos de Javier Heraud, sus lagos
altiplánicos, sus paisajes serranos, sus plazas de armas, sus calles mojadas,
sus torrenteras y huaycos, sus aguaceros, sus sequías, sus pescados y su
flora-fauna multivariada. El Perú
también lo forma su territorio, diverso e inagotable, deslumbrante y acogedor.
No somos un país cualquiera ni menos el mejor de todos, somos sencillamente
irrepetibles y únicos. Por ello la patria no es Lima que se apoderó del poder
en la colonia y la república, la patria es hasta el último confín misterioso de
la frontera donde también se siente el corazón peruano.
Y la patria es su cultura que tiene “o de
inca o de mandinga”, su música chicha y rokera, sus comidas con plátano o maca,
sus huaynos o marineras, sus ritos
religiosos o ecuménicos, sus poetas y narradores. El Perú no es sinónimo de la
música criolla ni del cajón y la marinera, el Perú es más diverso que la imagen
centralista de Lima o de los llamados “costeños”. El Perú es de Chacalón, los
Dávalos, Miki Gonzales y Sonia Morales. El Perú es también de los reclamos
sociales, de las tomas de carreteras, del ajusticiamiento a delincuentes y
alcaldes, del soborno y coima a algunos jueces... el Perú es tan complejo que
no puede quedar sellado por la visión repetitiva y sicótica de quienes ven en la
patria un desfile, una foto o una cerveza.