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Defensa del Valle de Tambo 2015 |
Viernes 24 de
julio del 2015
Por: Gabriel Vela Quico
Ocurrió
el sábado 28 de julio de 1821, siguiendo los protocolos virreinales, José de
San Martín salió del palacio de Lima a las 10 a.m. junto a un numeroso séquito
a caballo. Lo componían, en primer lugar, las autoridades de la Universidad de
San Marcos vestidas con toga y birrete, luego, los altos miembros del clero y
los priores de los conventos, después, los jefes militares del Ejército
patriota y, finalmente, los títulos de Castilla y los caballeros de las órdenes
de caballería, acompañados por los oidores de la Real Audiencia y los regidores
perpetuos del Cabildo.
San
Martín Al llegar al tabladillo armado en la Plaza Mayor de Lima, frente a un
público de más de 16.000 personas, San Martín recibió la bandera del marqués de
Montemira y proclamó:
"El Perú es desde este momento libre e
independiente por la voluntad general de los pueblos y por la justicia de su
causa que Dios defiende.
¡Viva la patria! ¡Viva la libertad!
¡Viva la independencia!"
La
declaración y proclamación de la Independencia del Perú constituye uno de los
hechos más trascendentales de la historia de América, ya que la liberación del
Perú era muy importante para la seguridad de las naciones circundantes, pues
allí se hallaba el núcleo del poderío español en Sudamérica. El Acta de
Independencia del Perú es el documento mediante el cual el Perú declaró
solemnemente su independencia de la Corona Española. Redactada por el ariqueño
Manuel Pérez de Tudela, fue firmada el 15 de julio de 1821 por los vecinos
notables de la Ciudad de los Reyes (Lima). La ceremonia de la Proclamación de
la Independencia se realizó el 28 de julio del mismo año, en la Plaza Mayor de
Lima y en otras dos plazuelas más de la capital.
Sin
embargo, desde que tengo uso de razón las fiestas patrias han estado cargadas
de chauvinismo, desmemoria y “criollismo”. Cada 28 de julio no solo debemos homenajear
a los episodios de la proclamación de la independencia, a San Martín en plena
de plaza de armas al lado de eufóricos limeños comerciantes. La principal fiesta del país no debiera está
asociado a principalmente a los militares, a los desfiles, a los héroes y
próceres de antaño, ni al culto bélico y fratricida entre países hermanos. Hay
una gran equivocación histórica y cívica, mi patria no es una bandera ni un
desfile y mucho menos una música “criolla”.
Mi patria, en primer lugar, son las personas de carne y hueso, hombres y mujeres, niños y niñas,
ancianos y ancianas, trabajadores o desocupados, deportistas y artistas, que
aquí viven –y no en el extranjero-, que aquí crean futuro, que aquí sufren y
aquí bailan, que aquí mueren y aquí nunca mueren.
La
patria no es la escarapela tan bonita y decorativa de solapas de ternos finos.
La patria, primero son los peruanos y peruanas no importando su color de piel,
su grado de instrucción, su dinero, su vivienda. La patria es de todos que
nacimos en ella. La patria no la creó San Martín, que soñaba con hacerla una
vieja monarquía, ni es de Bolívar que defendiendo la república y el
integracionismo, terminó siendo dictador en los primeros años de la naciente
república.
La
patria es de Peruanicemos el Perú de José Carlos Mariátegui, los sueños
nacionales de Jorge Basadre, los humanos poema de César Vallejo, las novelas
profundas de José María Arguedas, el compromiso social del padre Gustavo
Gutierrez, el Perú es una fuente del pensamiento andino y moderno también.
La patria no se forjó solamente en las gestas
emancipadoras de inicios de
siglo XIX sino que arrancó desde la lucha de los indígenas, negros y esclavos
de Túpac Amaru, Túpac Katari, Juan Santos Atahualpa, de Micaela Bastidas,
pasando por los héroes incógnitos de la infausta guerra del pacífico, de las
mujeres de los comedores populares, de las humildes maestros de las zonas de
frontera, de los honrados policías y soldados y de las rondas campesinas que
enfrentaron al terrorismo en cualquiera de sus formas, de los soldados muertos
en el cuartel y no en la guerra... la patria la hacemos a diario, muchas veces
en el anonimato propagandístico pero protagónico en el devenir social.
Pero
además la patria, también son sus riquezas, sus recursos, sus
manantiales, son los ríos de Javier Heraud, sus lagos altiplánicos, sus
paisajes serranos, sus plazas de armas, sus calles mojadas, sus torrenteras y
huaycos, sus aguaceros, sus sequías, sus peces y su flora-fauna
multivariada.
El
Perú también lo forma su territorio, diverso e inagotable, deslumbrante y
acogedor. No somos un país cualquiera ni menos el mejor de todos, somos
sencillamente irrepetibles y únicos. Por ello la patria no es Lima que se
apoderó del poder en la colonia y la república, la patria es hasta el último
confín misterioso de la frontera donde también se siente el corazón peruano.
Y la patria es
su cultura que tiene “o de inca o de mandinga”, su música chicha y rockera, sus comidas con
plátano o maca, sus huaynos o marineras,
sus ritos religiosos o ecuménicos, sus poetas y narradores. El Perú no es
sinónimo de la música criolla ni del cajón y la marinera o el vals, el Perú es
más diverso que la imagen centralista de Lima o de los llamados “costeños”. El
Perú es de Chacalón, los Dávalos, Miki Gonzales y Sonia Morales o Rosita de
Espinar. El Perú es el huayno, la danza de las tijeras, la Diablada, el
carnaval cajamarquino o ayacuchano, el Huaylas, el Wititi o La morenada.
El Perú es
también de los reclamos sociales, de las luchas por el agro y la paz, de la
justicia popular en sus diferentes formas, el Perú son también sus miserias
como la inseguridad ciudadana, la corrupción, la mediocridad, la politiquería,
las mafias. El Perú es tan complejo que no puede quedar sellado por la visión
repetitiva y sicótica de quienes ven en la patria un desfile, una foto o un
simple saludo.
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Curso de "Uso de TIC en EBA" abril del 2015 |
Mi patria, en primer lugar, son las personas de carne y hueso, hombres y mujeres, niños y niñas,
ancianos y ancianas, trabajadores o desocupados, deportistas y artistas, que
aquí viven –y no en el extranjero-, que aquí crean futuro, que aquí sufren y
aquí bailan, que aquí mueren y aquí nunca mueren.
Muchas gracias.
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